
El popular juego de la oca tiene un origen incierto, aunque se cree, basándose en juegos de Oriente Medio y Asia, que se habría creado en Italia hacia el año 1580. En el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, se conserva un lujoso tablero de un juego de la oca de finales del siglo xvi, producido en la India con ébano, marfil e hilo de oro a partir de modelos de grabados italianos, que incluye un tablero de ajedrez en la otra cara. Poco después de que se inventara, el duque de Toscana, Francisco I de Médici, ofreció un ejemplar al rey de España Felipe II.
Varias versiones del juego se imprimieron o registraron en Londres y Lyon a finales del siglo XVI y principios del XVII. Se conoce un grabado catalán de un juego de la oca del siglo XVII con ciento cuarenta y una casillas, en lugar de las sesenta y tres habituales, en las que hay figuras que podrían indicar que se utilizaba para realizar apuestas entre bebedores. Ya en el siglo XVIII se crearon versiones pedagógicas y, más adelante, versiones políticas y propagandísticas, entre otras. La popularidad del juego de la oca se mantiene todavía y ha servido de inspiración a diversos artistas.
El juego, en el que pueden participar dos jugadores o más, consta de sesenta y tres casillas dispuestas en espiral por las que debe avanzar la ficha de cada jugador, evitando diversos obstáculos, hasta llegar al centro del tablero. Dependiendo de la casilla en la que se caiga, se hará avanzar la ficha saltando de oca en oca, se perderá un turno (al caer en la casilla de la cárcel o de la posada) o incluso habrá que volver a la casilla de salida (en caso de caer en la de la muerte). Gana el jugador que llega primero a la casilla final.
En este ámbito se muestra una selección de los juegos de la oca del Museo, entre los que destaca el «Grand Jeu de l'Oie», editado en Francia en 1890, que contiene un doble juego de la oca.
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